sábado, 31 de enero de 2015

Los caños


¿Qué se puede esperar de un lugar cuyos planos colocan el sur al este y el norte al oeste?”.
Más o menos así se criticaba a tu ciudad en una película de hace algunos años. Sevilla, ciudad ignorante hasta en su planos. Ciudad donde nadie conoce a nadie. O todos lo saben todo, quien sabe... No sabes por qué pero un día como hoy, 13 de febrero, te ha dado por pensar en estas cosas. O sí lo sabes. Leías un libro buscando la fecha del día y te encontrabas con un efeméride curiosa. Te hablaba de los caños de Carmona en estos términos:

Había fuera de la Puerta de Carmona, en el llano, sobre el camino que conduce a Carmona, huellas antiguas que se habían cubierto de la construcción de una acequia. La tierra se elevaba sobre ella y había en la tierra una línea de piedra cuyo significado se desconocía. Fue a ella el ingeniero y cavó alrededor de los vestigios mencionados, y he aquí que apareció la traza de un acueducto por el que se conducía agua antiguamente a Sevilla, obra de los primeros reyes de los romanos, de épocas pasadas, de gentes desaparecidas, de siglos anteriores. No cesó el ingeniero Yaçis de seguir la excavación con los mineros y obreros y con los cientos de hombres y trabajadores que iban con él, hasta que la excavación lo condujo hasta la fuente llamada entre la gentes de Sevilla y su región Fuente de al-Gabar, nombre que tuvo en los tiempos pasados. Y he aquí que el agua de esta fuente no era de manantial sino que era de un sitio que se había abierto en el trayecto de un acueducto antiguo. El agua se cortó para la gente al llegar la excavación al sitio indicado y conoció con esto Yaçis que había encontrado el acueducto; y continuó los trabajos hasta que encontró la toma de agua del río en las cercanías del castillo de Yabir (Alcalá de Guadaira)”.

Paraste tu lectura y te dio por pensar. Cosas de tu ciudad...De nuevo en la lectura supiste que los Caños de Carmona surgían de la ladera de una pequeña loma en la que está situada Alcalá de Guadaira. También aprendiste que los Caños de Carmona, primitivamente romanos, fueron rehechos por los almohades y que el califa Abu Yacub Yusuf los finalizó en 1172. Un día 13 de febrero de hace ya muchos años llegaba el agua a Sevilla...

De nuevo te dio por pensar. Recordaste aquello del sur en el este y el norte en el oeste. También que los Caños de Carmona, todo un monumento en cualquier lugar del mundo, se caen llenos de mierda en la calle Luis Montoto. No sabes por qué, pero pensaste en el grupo Los Caños y hasta en Andy y Lucas. Niña, tutuá tutuá. Texto para comprensión de informe educativo.

Total: ¿Qué se puede esperar de una ciudad que llama Caños de Carmona a un acueducto que viene de Alcalá?

jueves, 15 de enero de 2015

Cigarreras


Probablemente aquellos hermosos ojos no sabían lo que era la lectura. Todos eran enormes. Dicen que por el efecto del tabaco. Dos eran verdes y los otros cuatro negros. Y nunca habían leído. Por eso no sabían qué era eso del ludismo. Un movimiento que empezó casi un siglo antes para luchar contra las máquinas. No sabían las dueñas de aquellos ojos que las máquinas no eran sus enemigos. Pero entonces sí lo creían...

Año 1905. El año del Sevilla F.C. y de la cerveza Cruzcampo. Fábrica de Tabacos. Trompeta de la Fama contemplando cigarreras jóvenes y viejas en la calle San Fernando. Negras mantillas y sayas rosas. Frío de enero en la calle y calor insoportable en las naves de trabajo. Hombros y escotes desnudos. Faldas remangadas. Pechos al aire: tersos y flácidos, turgentes y escuálidos, de sonrosada juventud y de oscura madurez, lujuriosos y maternales. Sensualidades y maternidades mezcladas en un ambiente asfixiante. Puros, pitillos y picadura eran los culpables de aquella mágica y venenosa atmósfera donde cuatro mil mujeres y ocho mil ojos atendían las explicaciones del responsable de la fábrica. Les habló de la mecanización y de la nueva forma de trabajo, de nuevos aparatos para producir más y mejor. Aquello no gustó a las cigarreras, que vieron peligrar su oficio. Por eso tomaron la palabra. Ya dijo alguien que las cigarreras tenían más ocupadas las lenguas que los dedos. Unas lenguas temibles... Cuando “la Lola”, “la Rosario” y “la Carmencita” hablaron llegó a la fábrica de Tabacos el milagro del silencio. Rosario la de la Cava fue tajante:

- Aquí no vamos a consentí ninguna máquina. Servidora es capaz de hacer más de diez atados diarios. Quinientos puros pa quinientas bocas. Y no va a habé maquina que los haga mejores. Hasta ahí podíamos llegar. Y si ustedes quieren bronca, la van a tener...

La palabra bronca caló entre las cigarreras como el sudor entre sus escotes. Cuatro mil gargantas y la misma letanía:

- Bronca, bronca...

Aquello parecía no tener buena pinta para el encargado. Cigarreras gritando puestas en pie. Empujones y gritos hacia la calle San Fernando. Entre un mar de mantones y de bordados de Manila fue empujado a la calle. Ni la guardia de la entrada pudo parar la fuerza de aquella espontánea manifestación. Las cigarreras salían a la calle protestando contra las máquinas y pidiendo guerra. Y el encargado entre ellas. Por la calle San Fernando sólo se oía un grito:

- ¡Bronca, bronca, bron ca, ca brón, cabrón...!.

El encargado salió de allí como pudo. Aquella manifestación parecía salida de una antigua novela. Definitivamente, el tabaco perjudica seriamente la salud...