jueves, 16 de julio de 2015

Santa Ana




Calle donde se hace bendita la pureza. Buscas la sombra que te proteja del sol de Julio y del calor de las tardes de cucaña. Todavía parece que tu abuela susurra  la retahíla que dibujaba la sonrisa en tus labios. Era buena trianera y tenía su particular jaculatoria: “Señora Santa Ana / en tus manos dejo mi casa. / Señora Santa Ana / cuídame el puchero / por tu hija María y por tu nieto verdadero...”

Emociones, sensaciones y datos se entremezclan en la parroquia de almagra y de los flameros cerámicos. Una iglesia del siglo XIII construida por un rey Sabio curado al que se le salieron los ojos de sus cuencas. Santa Ana lo curó. Te entretienes con la historia camino de tu rincón de siempre, en un lateral, junto a las santas Justa y Rufina, retratadas por un tal maestro de Moguer en una época en la que los pintores no firmaban sus obras. Tiempos. Dudas que quede alguien con el nombre de Justa ni de Rufina, hoy patronas de la nada. A lo que ibas. Un año más. Tu retrato de hoy es el de Santa Ana. Y el de la  Virgen. Y el del Niño. No sabes si es tu especial devoción pero hay días que tienen brillo especial entre lágrimas de cera roja y oros viejos diluidos por el incienso. El gran retablo vuelve a narrarte su historia como en un caleidoscopio de tablas al temple. Una vida complicada, y mira que tienes memoria para los nombres.

Un obra de 1540. Esculturas de Nufro Ortega y Nicolás de Jurate. Y tablas de un pintor flamenco, Pedro de Campaña, aquí, en plena Triana, la cuna de otros flamencos. Escenas para pintar un retrato muy complicado: el nacimiento de San Juan, el nacimiento de la Virgen, el abrazo ante la Puerta Dorada... Viñetas que te narran historias apócrifas, tan complicadas como las de tus telenovelas. Algo así como que Santa Ana se había casado con Cleofás, con Salomé y con Joaquín. Sus hijas María Salomé y María Cleofás formarían parte de ese grupo de las tres Marías, el que sale en los pasos de Semana Santa. Te olvidas de todo y diriges pensamientos y oraciones hacia el grupo medieval que un día recibió aires barrocos y que nunca perdió el aire familiar. La abuela de Dios y tú frente a frente.

Recuerdos de otra abuela. La tuya. La que decía “Santa Ana bendita, de las tres limosnas que das al día, una sea la mía”.  Allí está sentada, bajo una bóveda de ladrillo gótico y aromas húmedos de baúl antiguo con pastillas de jabón. Ya en la calle no puedes evitar una sonrisa. La sonrisa eterna de las abuelas en los retratos arrugados de peinadora. Un farolillo, el olor marino a río y a sardinas, el jaleo de la cucaña, la sonrisa de la Abuela de Dios. Es Triana. Retrato eterno de familia. Cualquier jornada del año puede ser un día señalaíto.

jueves, 2 de julio de 2015

Caliente, caliente


Las personas que más calor soportan en Sevilla son el Papa, los reyes, el obispo y un fraile. No sólo en verano, sino todo el año. Más que calor, están achicharraos. Y eso que están desnudos todo el año. Ya no les importa que la gente se pare a mirarlos buscando un pajarito. Niño, mira el pajarito...ay por Dios, las calores.... Se consumen en medio de las llamas. Miran hacia el cielo. Se fríen de calor sobre un muro: el muro de la Iglesia de San Pedro. Caliente, caliente. Rafaela Carrá al sevillano modo...

Allí, en un azulejo que realizó Juan Oliver, aparecen, en el fuego del purgatorio, estos egregios personajes mezclados con otros seres anónimos que piden piedad al cielo. Son ejemplo de una antigua tradición católica: el recuerdo a las ánimas benditas. Su culto en la Iglesia católica proviene de una reacción a las doctrinas de Lutero, que negaba la existencia del purgatorio porque consideraban que la muerte de Cristo había redimido ya al hombre del pecado. La reacción del Concilio de Trento fue promover el culto a las ánimas benditas del purgatorio, lugar bien caluroso según nos lo representaban grandes lienzos que presidían las capillas de las hermandades de ánimas. La ciudad se pobló de capillas dedicadas a este culto, unido a la devoción a la Virgen del Carmen, especial intercesora en estos casos. Lo curioso del caso es que las hermandades de ánimas solían colocar un retablo interior pero también uno exterior, normalmente de azulejos, para aquellos momentos en los que estuviera cerrada la iglesia. Todavía hoy los podemos encontrar en las fachadas de algunos templos, siempre con los mismos personajes: las ánimas benditas, la Virgen del Carmen, los ángeles, la Corte Celestial...

 Hay retablos de ánimas antiguos como los de las parroquia de San Juan de la Palma, bellos azulejos del siglo XVIII; o como el de la iglesia de Santiago, realizado en estuco. Otras iglesias renovaron sus azulejos a lo largo del siglo XX. Es el caso de las parroquias de Omnium Sanctorum, San Lorenzo o San Pedro. Tenemos noticias de que la pared de la iglesia de San Pedro ya tenía azulejo de ánimas en el siglo XVIII, colocado para evitar las fiestas que se hacían en el lugar durante las noches de verano, quizás el precedente de movidas actuales...

Los tiempos cambian pero hay cosas eternas, como las llamas del infierno, que no el purgatorio. Hoy sólo algunas abuelas rezan a las ánimas benditas. Ya no existe la figura del animero que pedía para las ánimas benditas, aunque algún pueblo de Salamanca conserve la tradición. Pero hay costumbres nuevas. Lo puede comprobar delante del azulejo de San Pedro. Allí suele pararse el público a buscar un pajarito que si se encuentra nos asegurará el casamiento. Aunque hay quien en día de calor se paró a imaginar a algún político o algún empresario frito de calor entre las llamas. No se te olvida. Hace algunos veranos. Un día como el de hoy. Apagones generales de luz ... Y de aires acondicionados. En pleno siglo XXI. Hubo hasta quien buscó cobijo en casa ajena. Recordó las palabras del mismísimo pajarito de San Pedro: "Tened compasión de mí, al menos vosotro mis amigos..."